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20.06.2011 - 17:28

Cerro

En la costa de la Bahía se eleva, perfilándose en el horizonte como un gran cono truncado, el Cerro de Montevideo, uno de los lugares más emblemáticos del departamento.

No sólo es la pieza heráldica que figura en el escudo de armas de la República, sino que representa el nombre mismo de la capital, de acuerdo a la denominación que le fuera dada por la expedición de Hernando de Magallanes, en cuyo Diario de viaje se lee lo siguiente: "Martes 10 de dicho enero de 1520 (…) y estábamos en derecho del cabo de Santa María: de allí adelante corre la costa este oeste, y la tierra es arenosa, y en derecho del cabo hay una montaña hecha como un sombrero, al cual le pusimos el nombre de Monte Vidi".

La civilización llegó de a poco. En el siglo XIX, cuenta Isidoro de María, desde los pajonales del paraje que hoy llamamos Pajas Blancas, al oeste del Cerro, venían tigres peligrosos que llegaban hasta las puertas mismas de la ciudad amurallada.

La villa del Cerro, hoy barrio del Cerro, fue fundada en 1834 con el nombre de Cosmópolis, afincamiento de inmigrantes de las más distintas procedencias. Por esa razón, en 1867, el gobierno del general Venancio Flores designó a las calles de la villa con nombres de los más remotos países del globo.

Allí se formó un barrio tradicional de inmigrantes laboriosos que con el tiempo ha venido a constituirse también en interesante enclave turístico, con la histórica fortaleza militar, la rambla y la misteriosa Casa de la Pólvora, una construcción de fines de siglo XVIII que sirvió de polvorín militar.

El 18 de julio de 1921, en la falda del Cerro y próximo al Frigorífico Uruguayo, fue inaugurado el barrio jardín Antonio Casabó, con asistencia del entonces presidente de la República, Baltasar Brum. El barrio contaba con un servicio de autobuses, que combinaba en la avenida a la Fortaleza con el vistoso vaporcito, que cumplía el recorrido de la Bahía en tiempo récord: 15 minutos.

  • Frigoríficos del Cerro

En el año 1836, el Poder Ejecutivo dispuso mediante un decreto que los establecimientos que se dedicaran a la salazón de carne tendrían que estar lejos de la ciudad. A tales efectos, los saladeros fueron ubicados en la zona del Cerro y en ambas márgenes del arroyo Pantanoso.

Según contó Rubén Esquerre, director del quincenario “Cosmópolis” (que editará un libro con la historia del Cerro), en 1841 se instalaron dos grandes saladeros a orillas del Pantanoso. Uno de ellos fue el de Samuel Lafone (en el margen izquierdo del arroyo, en una parte que hoy corresponde al barrio de La Teja). El otro perteneció a un empresario llamado Hipólito Doinell, cuyo saladero estaba en el otro margen del Pantanoso, en la zona del Cerro.

Este último saladero incorporó en 1842, tras una discusión parlamentaria por ser su dueño francés, una tecnología muy avanzada para la época. Con ella se buscaba industrializar el sebo para obtener estearina y así poder fabricar velas de calidad superior a las que se vendían en ese tiempo. Todo eso se vio frustrado por un enfrentamiento entre Manuel Oribe y José Garibaldi (Oribe había sitiado Montevideo en febrero de 1843), ya que este último bombardeó a simpatizantes de Oribe que se atrincheraron en las instalaciones del saladero de Doinell. Ya entrado el siglo XX comienzan a llegar nuevas tecnologías a la zona y los saladeros pasan a ser frigoríficos.
 

 

  • Frigorífico La Uruguaya

En 1904 se instaló en Punta de Sayago “La Frigorífica Uruguaya”, el cual era un consorcio de capitales nacionales. Su propósito era industrializar la carne a través del enfriamiento y la congelación. En diciembre de ese año comenzaron las faenas de dicha empresa, logrando así concretar su primera exportación a Londres en marzo de 1905. Poco después, la empresa pasó a manos de una compañía anglo-argentina llamada “Sansinena & Cia”.

  • Frigorífico Montevideo

Otro frigorífico que se instaló en la zona, más precisamente en Punta de Lobos, fue el frigorífico “Montevideo”. El establecimiento comenzó a funcionar el 10 de octubre de 1912. De capitales nacionales en su origen, fue adquirido por la compañía “Swift” (con sede en Chicago, USA) en 1916.

  • Frigorífico Artigas

En octubre de 1917 empezó a faenar el “Frigorífico Artigas”, el cual era una sociedad anónima conformada por estancieros uruguayos, quienes vendieron el frigorífico a la empresa “Armour” (también de Chicago) años después
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  • Frigorífico Nacional

En 1928, un año antes del crack de Wall Street, se creó el “Frigorífico Nacional”, que funcionaría como ente testigo para controlar la industria cárnica del Uruguay. Las instalaciones de este frigorífico serían donde, pocos años antes, funcionaba la “Frigorífica Uruguaya”.

Los frigoríficos duraron menos que los saladeros en el Cerro. El auge que se dio en la década del ‘20 culminó con la antes mencionada crisis del ‘29 y con la firma de los convenios de Ottawa en 1932. Esos convenios establecían que Inglaterra le compraría carne a países que habían sido colonias británicas y recién se independizaban, como el caso de Nueva Zelanda (uno de los principales competidores de Uruguay en la actualidad en la industria ganadera).

Pero ese no fue el fin de la industria de la carne en el Cerro. Hubo una segunda generación que vivió el auge de los frigoríficos durante la década del 40, como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, y durante parte de la década del 50, por la guerra de Corea. Esa época fue en la cual el Uruguay era conocido como “La Suiza de América”. En 1958 los inversores estadounidenses que estaban en el país se retiraron definitivamente, y los únicos que quedaron en pie fueron el Frigorífico Nacional y la planta Artigas, de lo que eran los Establecimientos Frigoríficos del Cerro S.A. (EFCSA). Finalmente, la industria desapareció de la zona en 1970